Nieves Bolado. El Diario Montañés – Cantabria
«A esta puerta llama desde un ejecutivo a una persona con riesgo de exclusión»
Eloísa Velarde es la nueva directora de Proyecto Hombre, que ha trabajado con 1.500 personas dependientes desde 1992
No es una institución despegada de la sociedad, ni un ente ajeno a la vida diaria de los ciudadanos de Cantabria. Tampoco un lugar solo para excluidos sociales. A Proyecto Hombre acuden también, cada día, personas que en la mesa de al lado en el trabajo diario en cualquier empresa -incluso en las que requieren cuello blanco y corbata-, en la butaca de un concierto, o en la mesa de enfrente en un restaurante de moda, «se rozan con nosotros, en nuestra vida cotidiana, ocultando que tratan de salir de una adicción», explica su actual responsable, Eloísa Velarde.
Proyecto Hombre en Cantabria, fundado en la región hace 22 años por el entonces vicario general de la Diócesis, Carlos Osoro, empujado por la desesperación de muchas familias, sigue haciendo una labor discreta, como lo son todos los que trabajan en esta institución bajo el amparo del Obispado de Santander, aunque su definición sea «aconfesional y apolítica». Desde entonces han pasado 1.500 personas por sus dependencias en la calle Isabel la Católica, 8.
Ahora, en esta unidad terapéutica urbana trabajan ocho personas bajo la dirección de Eloísa Velarde Canales, que acaba de acceder al cargo. Comienza una nueva etapa en la que las adicciones -no solo las toxicomanías, como al principio- interrumpen y ponen en serio peligro la vida de muchos cántabros. Ahora mismo están ayudando a 80 personas.
¿Qué ha cambiado en Proyecto Hombre desde su fundación en 1992? «Que el abanico de las adicciones se ha ampliado. Entonces llegaba una avalancha de familiares desesperados porque no sabían cómo acometer un proceso -el de la drogadicción- desconocido para ellos. Ahora no es la heroína la que lidera, pero sí la cocaína, el alcohol, la ludopatía…», explica.
Perfiles variados
El perfil, según los casos que diariamente atienden, es difícil de diseñar, «ya que acuden a nosotros personas de todas las edades, de ambos sexos -aunque hay más hombres que mujeres-, de todos los niveles sociales y culturales. Desde un ejecutivo a una persona cercana a la exclusión social».
La negación de una adicción, el no reconocimiento del problema que atenaza y secuestra una vida, «es el principal motivo por el que la persona que realmente necesita ayuda, tarda en buscarla». Cuando llegan a Proyecto Hombre no lo hacen hablando de qué les ocurre, a qué están enganchados. Hablan «de su vida». «Necesitan ponerla en orden>, detalla Eloísa Velarde. «Es pasado un tiempo cuando entran en el fondo del problema».
La negación del problema es el motivo «por el que tardan en buscar ayuda»
¿Y qué tiene que ocurrir para que una persona con problemas de adicción decida traspasar la puerta de Proyecto Hombre? «Que haya tocado fondo, que sepa que puede perder el trabajo, la familia, su pareja, incluso su vida. A veces son ellos mismos quienes toman la decisión, pero en muchas ocasiones son familiares o los amigos quienes vienen a contarnos sus sospechas de que algo no marcha bien en su casa, o cómo podrían plantear al familiar la necesidad de ponerse en tratamiento».
Y el tiempo juega en contra del adicto. «Quienes tienen un problema con el alcohol pueden no sentir la necesidad de ponerse en tratamiento hasta después de 18 años bebiendo. Con la cocaína -junto con el alcohol, la droga más social- pueden pasar perfectamente ocho años de consumo antes de pedir ayuda».
Además, la dificultad de los tiempos que corren no ayuda a que se disipe la necesidad de una droga en cualquiera de sus manifestaciones para tratar de huir del mal trago de la crisis. «Desde hace cinco o seis años se acercan a nosotros personas que han elegido refugiarse en una adicción desesperadas por problemas laborales o económicos que, por si fuera poco, contribuyen a empeorar las situaciones personales». Proyecto Hombre cuenta con una amplia red de voluntarios entregados a la causa de ayudar a estas personas. Desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche hay alguien esperando a quien entre. Porque la puerta no se cierra.
Hemos aprendido a convivir con historias realmente duras
«Tenemos personas en terapia desde hace 20 años que no han vuelto a probar sustancias, ni a beber una copa de alcohol o a echar una moneda a la máquina. De la droga se sale y, si la persona realmente lo quiere, sin retorno. Nosotros lo sabemos porque lo vivimos cada día». Eloísa Velarde niega rotundamente esa frase -a veces manida- de que «la droga nunca se llega a dejar»
«Conocemos mucha gente que ha abandonado una adicción y que ni las personas de su entorno llegaron a saber que la tenía. Otros lo cuentan porque están muy orgullosos de haber salido de este mundo»
En sus 22 años de trabajo cerca de las adicciones, Velarde dice que «no te haces de hierro, aunque no te queda más remedio que aprender a convivir con historias realmente duras. En estos años se nos han ido muchos y he sufrido por ello. Este trabajo no me ha hecho, ni mucho menos, de piedra»
No solo trabajan con personas que sufren adicciones sino también con sus familias «porque es una labor de todos. También hay que ayudar a quienes conviven con la persona afectada para que aprenda cómo llevar adelante la situación». La puerta de Proyecto Hombre siempre está abierta sin preguntar: «Se respeta el anonimato, a nadie se le pregunta quién es, cómo piensa o en qué cree. Obviamente trabajarnos con los valores cristianos que nos inspiran, pero aquí tienen cabida cuantas personas necesiten de nuestra ayuda».
-Eloísa Velarde- Perfil
Una pedagoga con 22 años de trabajo contra las adicciones.
Eloísa Velarde Canales (Torrelavega, 1964) es pedagoga de profesión. Comenzó su trabajo cerca de la adicción a las drogas en Torrelavega, en Amat, y en el equipo fundacional de Proyecto Hombre, junto al actual arzobispo de Valencia, Carlos Osoro.
En 1992 empezó a trabajar con familiares y amigos de personas con adicciones -entonces principalmente heroinómanos- en el germen de lo que después sería la Fundación Centro de Solidaridad de Cantabria, soporte jurídico de Proyecto Hombre, que preside quien en cada momento sea obispo de Santander, y que forman varias organizaciones y empresas. Ella es la nueva directora.